Su talento no fue heredado, pero sí están siendo apoyado al máximo. El cruceño Mateo Yermir Ramírez es uno de los pocos bolivianos que milita en un club del exterior y en 2022 tuvo un gran año, que le permite soñar con objetivos más grandes en el básquetbol argentino. Llegó al deporte casi por casualidad y ahora con 16 años, 1,98 metros de estatura y trabajo duro puede convertirse en un referente.
Mateo nació en la capital cruceña el 11 de enero de 2006 y es hijo del cordobés Jorge Yermir Godoy y la cruceña Vivian Ramírez Banzer. Como casi todos los niños, sus primeros pasos en el deporte los dio en el fútbol, pues en la familia más inmediata no existía ningún apego al básquet (sus padres no lo practicaron) y tampoco estaturas llamativas (papá 1,78m y mamá 1,68m), lo que contrasta con Mateo de 1,98m.
“A los 13 años se estiró (creció rápidamente) y del fútbol lo llevaron al básquetbol. Ganó intercolegiales y muchas personas vieron en él su talento”, comentó Vivian. El entrenador Mario Beramendi lo invitó a jugar en el equipo del Saint George, colegio al que se cambió para estudiar y crecer en el deporte que ya le apasionaba. “También fue parte de las selecciones cruceñas U13 y U15, jugando torneos Interprovinciales”, resume la orgullosa mamá.
Sus raíces cordobesas lo llevaron a participar en los campamentos que organiza Rubén Magnano, ex técnico de las selecciones argentina y brasileña, y actual de la selección uruguaya. También ganó la medalla de oro en Atenas 2014 con la albiceleste. En enero de 2022 asistió a las pruebas de nuevos talentos del Club Bolívar y del Club Deportivo Sociedad Unión Eléctrica; este último le invitó a formar parte de su equipo sub 17.
Este año fue difícil, pero a la vez productivo para Yermir, porque tuvo que cambiar su residencia a Córdoba, donde los padres iba y volvían en reiteradas ocasiones. Estudio de forma virtual, todas las mañanas por la plataforma del colegio Saint George de Santa Cruz.
En materia deportiva entrenaba y competía con Unión Eléctrica, pero también cumplía horarios con su preparador físico personalizado y perfeccionaba sus lanzamientos con Facundo Sucatzky, ex seleccionado argentino. Así consiguió su primer título en tierras argentinas en la categoría juvenil.
Para 2023 el reto será más grande, porque debe hacer la pretemporada en Instituto Central de Córdoba, durante un mes y medio, en el que buscará asegurar su espacio en el equipo sub 17 y también en el de Primera (equivalente a Primera de Honor en Bolivia).
“El sueña con ser parte de la selección argentina y conquistar títulos internacionales. Paso a paso lo logrará. Nosotros lo apoyamos porque tiene una determinación que ilusiona”, concluyó Vivian.
