Su pasión por el bicicross y el deseo de superar un miedo psicológico terrible fue lo que llevó a Anna Sara Rojas a volver a una competencia oficial, luego de casi tres años de haber sufrido un accidente que pudo ser fatal para esta deportista boliviana que vive en Suiza desde hace bastante tiempo.
Una pesadilla
En 2019, Anna sufrió un gravísimo accidente en los entrenamientos previos al Campeonato Mundial Four Cross (combinación de bicicross y descenso), fue en el primer salto del circuito Val di Sole, Italia. “Me disloqué la cadera y el hombro derecho, me rompí costillas y tuve una conmoción cerebral”, recordó esta joven, hija de padre boliviano y madre italiana, que nació en La Paz hace 25 años y vive en Ginebra desde sus 8.
El accidente fue noticia internacional, pues Rojas fue evacuada en un helicóptero y llevada hasta Ginebra, donde fue operada, luego de estar seis horas sufriendo por las graves lesiones. Pero eso no fue todo lo peor, pues luego, ya en el periodo de recuperación, tuvo que estar seis meses en silla de ruedas y tres más para volver a tener su vida normal.
Después de lo sucedido, volver a competir no estaba en la mente de Anna; es más, en el tiempo en el que se recuperaba ya tenía en mente comenzar a buscar un trabajo de tiempo completo porque es una mujer independiente y nunca tuvo el apoyo del país al que represente, Bolivia. Mientras ella radica en Ginebra, sus padres la pasan entre Italia y Bolivia.
Traumático regreso
En 2021 volvió a manejar la bicicleta, pero como parte de su recuperación y para distraerse; sin embargo, poco a poco las ganas por volver a la pista fueron creciendo, más allá del miedo mental que seguía siendo una barrera para tomar la decisión.
“Un día, con mi novio empecé, a hacer descenso en la bici porque siempre he amado la adrenalina. Hasta que me dije, soy capaz de ir a esa carrera, de volver. Era más consciente, por eso esperé hasta el último día de inscripción para estar segura de competir”, contó.
Antes de la carrera oficial, Rojas estuvo entrenando cuatro días en el circuito que le traía malos recuerdos, por eso no se animaba a dar el primer salto y prefería ir por un costado de esa parte para seguir manejando; sin embargo, sabía que llegado el momento debía saltar, ya que de lo contrario iba a quedar relegada, pero sobre todo no podría superar su miedo. El momento decisivo se dio en la clasificación.
“Si no hacía el primer salto quedaba atrás, eso lo tenía claro. En los entrenamientos lograba hacer todo, menos ese salto, porque tenía miedo. Fue bastante estresante. Hasta que llegaron las clasificatorias y en ese momento, me dije: puedo hacerlo, y lo conseguí. A partir de ahí sentí un gran alivio, porque todo es mental y eso medio confianza para competir”, explicó.
El objetivo no era ganar
Aunque estar entre las primeras de la competencia no era lo más importante cuando decidió volver, mientras pasaban los minutos y tomaba más confianza, Anna recuperó su ambición por estar peleando por los primeros lugares. Fue así que no aflojó el ritmo y en la clasificación acabó en la cuarta posición, lo que la motivó para el día de competencia, en la que tuvo más confianza y logró subir al podio en el tercer lugar, todo un logro para una deportista que había superado mucha adversidad.
A pesar de que ya dejó atrás el accidente, reconoció que le quedaron secuelas, aunque nada que le perturbe su vida normal. “Mi hombro derecho no tiene ligamento, tengo mucho menos fuerza que la que tenía antes en ese brazo. Cuando hace frío mi cadera me duele y cuando corro o juego tenis también. Pero tengo la suerte de que con la bicicleta
no sufro de dolores”, apuntó la boliviana que este 2022 espera seguir compitiendo en nombre del país.