Cuatro años después de despedirse de las pistas, Bruno Rojas Da Silva volvió a sentir el pulso del tartán y el rugido del público. A sus 32 años, el velocista boliviano, con doble participación olímpica y récord nacional de los 100 y 200 metros planos, marcó su regreso con una medalla de plata en el Campamento Nacional Interclubes, disputado a comienzos de mes en Cochabamba.
Con un tiempo de 10”66 segundos, Rojas, de Cochabamba, demostró que el talento y la disciplina no se oxidan, aunque el reloj siga corriendo. “No esperaba hacer esa marca, pues cuando me retiré había hecho 10”42. Esto lo conseguí con seis meses entrenando”, confesó con humildad y una sonrisa que refleja más satisfacción que sorpresa.
Su retorno no solo es deportivo, también es personal. Cirujano de profesión, Bruno había colgado los clavos a los 28 años, cuando las lesiones y los compromisos académicos lo alejaron de las competencias. Pero la pasión —y el apoyo incondicional de su esposa, Romy Paz, exreina del Carnaval cruceño— lo empujaron a dar el paso más difícil: volver.
Bajo la guía del entrenador Luis Daniel Valenzuela, Rojas ha retomado una rutina exigente, equilibrando quirófanos y entrenamientos, con un objetivo claro: volver a vestir los colores de Bolivia y demostrar que los sueños no tienen fecha de caducidad.
Participante en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Tokio 2021, Bruno Rojas representa una rara mezcla de inteligencia, disciplina y pasión. Su historia es la de un atleta que no se rinde, un hombre que aprendió que las victorias más grandes no siempre se miden en segundos, sino en el coraje de empezar de nuevo.
