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sábado, septiembre 7, 2024

MÁS JUEGO, MÁS DEPORTE Y MENOS BUROCRACIA

El deporte boliviano está en una crisis crónica, premisa que se suele visualizar en medalleros olímpicos, en la clasificación al campeonato mundial de fútbol, el deporte más seguido del país, y por los resultados globales de los deportistas de alto rendimiento en general, pero eso es solo una porción más visible. Existe la otra gran esfera del deporte. La acepción actual global de política pública deportiva va dirigida a mejorar la calidad de vida de las personas, su interacción con el espacio público y sobre todo la condición del deporte como motor de desarrollo económico, de salud y de educación, asunto que en las últimas décadas ha adquirido una nueva dimensión. 

El deporte además tiene el poder de servir como motor para impulsar el cambio social y de comportamiento, y de limar diferencias sociales y de jerarquías económicas, nivelando el terreno y finalmente desarrollar el capital humano de un país. Aquella idea nacionalista del deporte regido desde una oficina pública, hoy ya superada, tuvo su auge desde los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, hasta los últimos días de la Guerra Fría, y se refleja en la actualidad desde el ángulo populista y del espectáculo, estos años opacado por el dopaje, las apuestas ilegales y el amaño de partidos y resultados. Lamentablemente, el enfoque del deporte en Bolivia en la última década se ha alineado principalmente con un discurso propagandista, de culto al caudillo y de desarrollo de la infraestructura estática -elefantes blancos, o hardware a veces obsoleto-, en contraposición con la plausible necesidad de formación de capital humano -o software social. 

Es notorio que el actual gobierno ha seguido una línea continuista y no parece hacer esfuerzos suficientes por revertir esa percepción. En la última década, las mejoras en la inversión en deporte competitivo y en su estructura burocrática no han traído una correlación en los resultados. Solo el presupuesto ministerial en deportes en Bolivia ha crecido entre 1997 y 2017 cerca de un 2.000%, es decir de 10 millones (1) de Bs. a 310 millones, pero los resultados en competiciones de alto rendimiento han mantenido una línea similar e inclusive han existido retrocesos en resultados  (2) . Pero hay otros caminos posibles, además complementarios. El deporte de entretenimiento, el deporte de aventura y el turismo que genera alrededor gana cada vez más peso en las economías nacionales. Carreras populares como la decana de El Diario en La Paz, la Media Maratón de Mayo en Cochabamba hace algunos años o la Corrida del Oriente, hasta hace poco rarezas en el calendario nacional, han dado paso a una amplia variedad de circuitos de carreras populares de 5k, medias maratones, recorridos de cicloturismo y otras actividades al aire libre, como el parapente, el rafting y otros deportes de aventura. Estas actividades han dinamizado el sector turístico, tienen un gran potencial de hacerlo todavía más en los próximos años en un contexto de “distanciamiento social”, y han logrado acaparar la atención de la prensa internacional (3). 

Hasta ahora no se ha potenciado lo suficiente el deporte popular como herramienta de desarrollo económico local y territorial ni se ha logrado una verdadera dinamización de circuitos comerciales alrededor, aunque en los últimos dos años han aparecido iniciativas, principalmente desde Santa Cruz (4). Si la administración pública no puede abarcar lo que se espera de ella, al menos puede dejar espacio a la iniciativa privada, pero en nuestro país, tampoco hay instrumentos fiscales que premien adecuadamente a los mecenas. Bolivia no se decide por contribuir desde el ente público, pero la mayoría oficialista en Asamblea Legislativa tampoco quiere impulsar una Ley de Mecenazgo, que inclusive pudiese incluir a sectores necesitados como el cultural o emprendimientos sanitarios relacionados con la pandemia. 

Si los políticos tienen pereza de trabajar en aquello para lo que se les ha contratado o si directamente no les importa, pueden dejar paso, al menos, a explorar otras alternativas. Se puede apostar por la ayuda gubernamental clásica o por el modelo norteamericano de financiación privada y competitividad entre universidades y fundaciones privadas. 

Muchas iniciativas como el Club Olympic de Cochabamba llevan trabajando en esta línea. Ellos son el semillero del voleibol cochabambino desde hace 25 años, y han comprendido que el deporte es parte en sentido amplio del ecosistema naranja y del desarrollo comunitario, en su vertiente de entretenimiento, calidad de vida, disfrute del espacio público y generación de desarrollo económico local, contribuyendo a la vida económica de Bolivia. El deporte puede ser un dinamizador del turismo interior y exterior, no un gasto. Aprovechémoslo.

(1) 10 millones de Bs. descontados al ritmo de los $US corrientes de 2017, equivalen a 15,2 millones de Bs

(2) Para más referencia, ver el análisis cualitativo-cuantitativo de medallas internacionales de Bolivia en Juegos Deportivos avalados por el Comité Olímpico, a 2017

(3) https://www.lavanguardia.com/ocio/viajes/20170304/42385656566/carretera-de-la-muerte-bolivia.html

(4) https://www.lostiempos.com/deportes/multideportivo/20171030/fadrique-iglesias-copa-medio-llena-bolivia

ATLETA OLÍMPICOVIVE EN ESPAÑA

Fadrique Ignacio Iglesias Mendizabal, nació el 12 de octubre de 1980 en Cochabamba. Fue atleta olímpico por Bolivia, participando en los JJOO de Beijing 2008; también fue subcampeón en el Iberoamericano de 2006 en Ponce, Puerto Rico. Allí estableció un récord nacional y un mejor tiempo personal de 1’48″16 al ganar la medalla de plata por los 800 m. Actualmente está retirado pero trabaja en proyectos de protección de niñez y adolescencia fuera de Bolivia.

Por: Fadrique Iglesias

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