Fátima Ibáñez, una de las figuras más destacadas del básquetbol cruceño, ha decidido cerrar un ciclo en su carrera deportiva tras 20 años jugando en la Primera de Honor. La deportista de la Universidad Católica anunció su retiro con emociones encontradas, afirmando: «Ha sido una decisión muy difícil… uno siempre quisiera seguir toda la vida, pero tiene que aprender a cerrar ciclos».
Fátima, quien comenzó su carrera a los 14 años en el Club CAR, pasó por Nonis y finalmente consolidó su legado durante 15 años en “La Cato”, con el que obtuvo innumerables logros. Representó a más de 20 selecciones cruceñas y nacionales, participó en eventos como los Juegos Bolivarianos y campeonatos de la antigua Dimabol (Liga Mayor de Basquetbol), y reforzó clubes como Can de Oruro, Potosí y equipos en Argentina, donde incluso salió campeona en Salta.
Ahora, la exjugadora se enfocará en una nueva etapa como entrenadora. Ya cuenta con su escuela de básquet en el Colegio Marista y en la Universidad Católica, con el objetivo de formar a las nuevas generaciones. «Quiero devolverle a Santa Cruz y al básquet cruceño un poco de lo que tanto me dio», comentó.
En cuanto a sus logros más valiosos, Fátima destacó a algunas de las personas que encontró en su camino, recordando momentos inolvidables con jugadoras como Patricia y Cinthia Menacho, Paola Morales, Andrea Márquez, Rosario Hurtado y especialmente a Andrea Márquez, con quién jugó 10 años en Primera de Honor. También recuerda con mucho cariñó al entrenador Carmelo Suárez, quien la formó como atleta y a Claudio Flores, que la dirigió durante sus 15 años en la Universidad Católica.
Y es que, para Fátima, el básquet no solo representó títulos, cómo el último que ganó con la «La Cato» el año pasado, sino experiencias y amistades que marcaron su vida.
