Su vida ha sido una odisea desde su nacimiento, siempre luchando no solo contra su discapacidad física-motora, sino también librando una dura batalla contra la discriminación. Pese a todos esos inconvenientes, Miguel Ángel Ribera ha salido a flote, demostrando que es todo un campeón de la vida, como sucedió hace poco cuando se consagró campeón de la primera fecha del Grand Prix Nacional de ajedrez.
Precisamente en el ajedrez, Ribera, de 26 años y que vivió gran parte de su vida en San Julián, encontró su lugar en este mundo. En los últimos cincos años, consiguió 20 títulos de categoría mayores (19 locales y uno nacional), torneos en los que su madre, Elba Ribera, de 50 años, es una inseparable de él, tal como lo ha sido desde su nacimiento, no así su padre, que lo abandonó y prácticamente no llegó a conocerlo. “Tenía un mes de nacido cuando se fue”, afirma.
Para convertirse en uno de los mejores ajedrecistas cruceños de la actualidad, Miguel Ángel, se entrena cuatro horas diarias, ayudado por Elías Almendras, su maestro. De esa manera, busca cumplir uno de sus sueños ganar un segundo clasificatorio de nueve que se realizarán para integrar el grupo de ajedrecistas, que disputarán la Final Nacional Mayores de 2024. Los mejores de esa competencia completarán la selección que participará en la Olimpiada Mundial de Budapest, Hungría, del próximo año.
Una vida dura
A la señora Elba Ribera, que sostiene su hogar haciendo trabajos de limpieza a domicilio, le confirmaron la discapacidad física-motora de su hijo cuando tenía apenas un año y medio de edad. “Recuerdo que no podía caminar y lo llevé al médico, y ahí me dieron la noticia”. Por esos inconvenientes, en los colegios no me lo querían recibir. Miguel Ángel comenzó a moverse solo a los 8 años, cuando su madre le hizo un carrito.
Pese a todo, este campeón de la vida llegó a la universidad, consiguiendo hacer casi un año de estudio en la carrera de economía, para luego abandonarla, pues en las aulas no tomaban en cuenta su discapacidad física, entre ellas que necesitada un banco especial. “Yo no me quejé por ello, lo único que hice fue dejar la carrera”, afirma.
Al mismo tiempo que estudiaba, Miguel Ángel se dedicó a pintar cuadros, que los vendía a Bs 200 cada uno, y que tardaba entre cuatro a cinco días en terminarlos.
También jugaba ajedrez en el colegio del que salió bachiller, Eduardo Abaroa, de San Julián, donde siempre integraba las selecciones en los intercolegiales. Esta disciplina deportiva era su pasión, a tal punto que desde hace cinco años decidió dedicarse de lleno a entrenarse y a disputar campeonatos oficiales de la Asociación Departamental de Ajedrez y de la Federación Boliviana de Ajedrez.
Apoyo
Con el objetivo de seguir progresando en el ajedrez, Miguel Ángel necesita apoyo económico para cubrir los gastos de los viajes a las diversas competencias nacionales e internacionales que tiene planificado asistir. Los interesados en colaborarlo pueden contactarse a través del número de celular: 687-78542.
